Gerardo ‘Tata Martino se subió al vuelo del Barcelona en la última llamada, tras coger el billete de otro pasajero y con las maletas llenas de unos últimos años en los que se había rozado la excelencia en el juego y en el que se habían acumulado títulos a espuertas. Con este panorama, Martino -una apuesta personal del presidente Rosell- llegó con la idea de cambiar lo menos posible, pero incorporando el toque personal que todo entrenador tiene y debe tener.
No vamos a negar que el Barcelona de Tata Martino esté muy lejos de la excelencia del juego que mostró el Barcelona de sus antecesores. Pero a falta de juego están los números. Estos, salvo el pinchazo ante el Ajax, sí rozan la excelencia. La gente sigue pensando en aquel Barcelona que lo ganaba todo y que maravillaba con su juego, pero aquel es un equipo irrepetible y que no volverá, se pongan como se pongan. Se están dando cuenta de que se está acabando aquello y necesitan buscar un culpable para justificar el inevitable paso del tiempo. Si a eso le sumamos que el Real Madrid está subiendo los escalones de dos en dos, el ‘problema’ se magnifica.
Pero a los críticos y amigos de los sentimientos apocalípticos, hay que recordarles que al Barcelona le faltan los dos mejores jugadores. El 1 y el 10. Víctor Valdés y Leo Messi. Los dos jugadores más importantes en los últimos partidos y que son los que han resuelto encuentros durante muchas semanas. Una parada de uno venía acompañado de un gol del otro o viceversa. Eran, y son, el pin y pon del Barcelona. Estos dos no están por lesión, pero no son los únicos. Hay que sumarle la ausencia de Alba y Alves, por lesión y las ausencias -porque no son los mismos jugadores que maravillaron años atrás- de Xavi, Iniesta, Cesc, Pedro…
Martino ya sabe lo que le espera mientras se siente en el banquillo azulgrana: un examen cada tres días. Si gana partidos, le dirán que el equipo necesita jugar mejor. Si consigue afinar al equipo como una filarmónica, le pedirán que consiga todos los títulos y si consigue los títulos… algo más le pedirán, porque Martino, quiera o no, nunca ha caído en gracia ni de los aficionados, ni de los periodistas de la Ciudad Condal. Sabe que si las cosas van bien, será autogestión del vestuario, pero que si las cosas van mal, el centro de la diana será él.
Lo que está claro es que entre el Barcelona del ‘sextete’ y el de Martino hay un abismo. Es inevitable que se compare, pero debería haber un término medio, que a día de hoy ni lo hay, ni parecen interesados en que lo haya. Y todo por culpa de Martino, claro.
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