El Atlético agranda su leyenda ante el Chelsea

Emocionante, sublime, celestial… El Atlético selló su billete para Lisboa dando un golpe sobre la mesa y dando un recital al todopoderoso Chelsea en Stamford Bridge. En el equipo del Cholo no faltaron sus señas de identidad: coraje, entrega, corazón,  lucha y fútbol. Porque si alguien puso el fútbol en la vuelta de las semifinales de la Champions, ese ha sido el Atletico. Incluso el 1-0 marcado por el Niño Torres hizo que la gesta atlética tuviera más importancia.

Cualquier otro equipo se hubiera parado a pensar,  pero este Atleti no. Las señas de identidad de las que ha hecho gala el equipo rojiblanco a lo largo de la temporada se reflejaron en un escenario imponente para cualquiera, pero no para este Atleti, cuya fe en lo que hacer y en cómo lo hace ha sido forjada a pruebas de bombas partido a partido. Un EQUIPO labrado en el creer, creer y creer.

Los de Simeone tuvieron tantas ganas de llegar a una final que se le resistía desde hace 40 años que le permitió arrollar a un Chelsea ramplón y que nunca creyó en sus posibilidades.
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Pero el pase a la final no puede hacer que el equipo se embriague de éxitos porque no ha ganado nada y de los segundos nadie se acuerda. Tiempo habrá para preparar la final de Champions ante el Real Madrid -primera final de Liga de Campeones entre dos equipos de la misma ciudad- y ahora es el momento de que el Atlético se centre en la Liga y se olvide cuanto antes de Londres, del Chelsea, de Mourinho, de Lisboa… Debe pensar en su ‘partido a partido’ que le ha servido para llegar a falta de tres jornadas como líder de Primera y el único equipo que depende de sí mismo para ser campeón de Liga. Cualquier otra cosa sería un error.

Nadie dijo que esto iba a ser fácil. Jugar una final de Copa de Europa nunca lo es, como tampoco ganar la liga ante dos mastodontes del fútbol. Si queda por ahí algún despistado que no se haya convertido al Cholismo debería repasar las tres palabras clave: Pasión, trabajo y humildad. Y si hay que sufrir, se sufre. Ser campeón no es una meta es una actitud. Mientras otros duermen nosotros seguimos soñando.

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El Real Madrid humilla al Bayern y a Guardiola

El Real Madrid se ha metido en la final de la Liga de Campeones por la puerta grande y dando una exhibición ante el todavía vigente campeón de Europa. El conjunto blanco pasó por encima de un Bayern de Múnich que nunca supo cómo jugarle al equipo de un Carlo Ancelotti, que le ganó la partida y la eliminatoria a un Pep Guardiola que demostró que tiene un equipo que sabe tocar el balón, pero que no tiene profundidad, no tiene juego interior –inexplicablemente Gotze no ha sido titular ni en la ida ni en la vuelta- y no tiene la pegada de su rival. El Bayern de Guardiola demostró que el plan B era el mismo que el plan A: tocar, tocar, tocar y tocar.

El Real Madrid fue como un cuchillo dispuesto a preparar unas tostadas con una barra de mantequilla –es lo que pareció el Bayern-. Gano el partido con contundencia y como si se tratara de un choque entre padres contra hijos. Guardiola puso su equipo más ofensivo -salvo la ya comentada ausencia de Gotze- y dejó en evidencia el entramado defensivo del equipo germano, incapaz de frenar las acometidas de un Real Madrid superior. Ni en los mejores sueños de los madridistas hubieran imaginado una exhibición como la vista en Múnich y el aplastamiento del Bayern, un enemigo gigante que permite calcular mejor la proeza conseguida por el equipo de Ancelotti en el Allianz Arena. Una proeza tan grande como el patinazo de Pep Guardiola.

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Tras el partido entre el Chelsea y el Atlético en el Vicente Calderón se criticaba mucho el planteamiento de Mourinho, pero hay que recordar que todos los estilos son válidos en el mundo del fútbol. Tener el balón, esperar atrás, tener la iniciativa o buscar la contra. Todos son válidos siempre que el equipo corra, y ante el Real Madrid, el Bayern ha jugado andando. Y ha elegido el peor día para hacerlo porque enfrente tenía a un equipo en el que correr es una de sus señas de identidad.

El entrenador del Bayern está en un serio aprieto tras la humillante derrota sufrida -la más amplia en sus más de 300 partidos como entrenador de élite-. Si ya tras el partido del Santiago Bernabéu fueron muchas las voces críticas hacia el juego del equipo, no me quiero ni imaginar cómo serán los próximos días en la ciudad alemana. Supongo que Beckenbauer debe estar amordazado para no provocar una explosión aún mayor que el contundente ‘manotazo’ que le ha propinado el Real Madrid al Bayern.

Tras el partido de ida, Rummenigge anunció un incendio forestal en Múnich y vaya si lo hubo. Lo que no esperaba el dirigente alemán es que las cerillas las iba a poner su propio equipo y el Real Madrid iba a hacer el resto. El Real Madrid sueña con la Décima y el Bayern con renacer de sus cenizas.

PD: No deja de ser irónico que el conjunto haya sido el encargado de vengar la eliminación de la pasada temporada sufrida por el Barcelona a manos del Bayern.

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Tito Vilanova, un luchador del fútbol y la vida

El cáncer se ha llevado a Tito Vilanova. Otra vez el ex entrenador del Barcelona ha conseguido que el fútbol se quite las camisetas y deje de hablar de goles, polémicas, récords y jugadores. Nuestro fútbol, ese que muchas veces permanece instalado en la fantasía, en discusiones vacías, en el odio, en las fobias… Ese fútbol se ha quedado un poco huérfano con la marcha de Tito Vilanova. Un tipo que sólo pretendía ser entrenador y que fue siempre un ejemplo de compromiso, trabajo y lucha por el club que le vio crecer desde niño.

Porque como persona ya demostró ser de un nivel excepcional cuando tuvo que afrontar la enfermedad por primera vez y tras ganar ese partido una recaída le obligó a dejar lo que más quería: el banquillo. Tito puso por delante del fútbol la vida. Como él dijo tras conocer su enfermedad: “La gente sobrevalora el fútbol. Entretenemos a mucha gente, pero hay miles de personas que hacen trabajos mucho más importantes como los investigadores o los médicos”. Una lección que nos recuerda que el deporte del balón es lo más importante de las cosas menos importantes.

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El legado que deja como entrenador es de esos que dan que pensar. Nunca le gustó ocupar el papel principal. Prefería hace el trabajo sucio, silencioso, ese que sólo -en la mayoría de los casos- sólo reconoce los que trabajan codo con codo con él. Supo ocupar su puesto a la sombra de su amigo Pep Guardiola y lo hizo con inteligencia, saber estar y siempre sabiendo asumir su rol, secundario sí, pero vital en aquel proyecto junto a Guardiola. Junto a él, logró el ascenso en Tercera del Barça B y, cuando Joan Laporta recurrió a Guardiola para rearmar el derrumbado equipo de Frank Rijkaard, Pep no dudó en llevarse consigo a Tito. Los dos amigos de La Masía al frente del primer equipo. Lo que parecía un sueño se convirtió en algo mejor. Pocos podían imaginar que se abría la época más exitosa en la historia del club, con catorce títulos ganados de diecinueve posibles. Tito firmó el título 15 con la Liga de los 100 puntos, la misma que tuvo que alternar con la lucha frente al cáncer. Pero eso, en un día como hoy, queda en un segundo plano.

El adiós de Tito Vilanova te hace ver de la importancia de disfrutar de la vida y de la familia al máximo. Los pequeños momentos, los detalles a los que no damos importancia, la rutina diaria… También nos hace ver lo ridículo que resulta pasar horas y horas discutiendo por cosas tan banales como el fútbol.

Manolo Preciado, Luis Aragonés y ahora Tito Vilanova. Tres grandes pérdidas. Tres grandes entrenadores. Tres grandes hombres que hicieron un poquito más grande el fútbol. Su lucha y sacrificio por un sueño, llevadas con la mayor discreción posible, hacen del suyo un auténtico ejemplo a seguir. Bajo el lema de que es mejor unir que desunir y que el fútbol solo es eso fútbol, Tito ha sido el último en darnos una lección. Descanse en paz.

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Atlético-Chelsea: Cuando el fútbol se convierte en ajedrez

El Atlético-Chelsea se presentaba como una partida de ajedrez entre dos estrategas como Diego Simeone y José Mourinho y el desarrollo del partido no cambió una coma al guión previsto. Debo confesar que si todos los partidos fueran como el vivido en el Vicente Calderón muchos nos haríamos aficionados al curling, pero esto, aunque no sea bonito de ver también da victorias, títulos y gloria.

El choque, eso sí, tuvo pasión, un ambiente impresionante en las gradas, la tensión propia de una semifinal de Champions League y poco más. El Atleti estuvo atascado durante los 90 minutos y le faltó magia, un regate, un chispazo, un algo… fútbol vaya. Pareció contagiarse del Chelsea más rácano de los últimos tiempos. Un equipo al que no le avergüenza meterse atrás porque para su entrenador las eliminatorias duran 180 minutos y ahí se maneja como pocos.

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«El Atleti frustra al rival, hoy le frustramos nosotros», decía Mournho tras el partido. Una definición perfecta de lo que fue el choque, donde los rojiblancos se encontraron frente a la horma de su zapato y no tuvieron recursos para superar a un Chelsea que ni buscaba ganar ni agradar y que se marcha a Londres con el 0-0 que quería. Un resultado que parece bueno para el Atlético, pero que tiene trampa porque es en el que Mourinho y sus equipos se sienten como pez en el agua.

La partida de ajedrez seguirá en Stamdford Bridge, donde el Chelsea sabe cómo plantar un campo de minas a los rivales que pasan por allí. El Atlético se desangró en el Calderón  golpeándose contra el muro hasta el final y ya sabe que la vuelta no será muy diferente, y ahí será el Atlético el que decida si quiere intentar lo mismo o dar un paso al frente. En el Calderón, ni Atlético ni Chelsea fueron capaces de comerle un peón al contrario.

PD: Fernando Torres volvió a jugar -y lo hizo de titular- un partido en el Vicente calderón y la grada no se olvidó de él. El delantero del Chelsea pareció emocionado al saltar al césped del coliseo rojiblanco y ver un espectacular mosaico. Justo antes de comenzar el choque vivió su momento álgido de emociones cuando todo el estadio a capela cantaba el himno del Atlético. Unos segundos en los que al ‘Niño’ se le puso un nudo en la garganta y parecía amordazado para no gritar el ‘Atleti Atleti’ con todas sus fuerzas. Seguro que su corazón latía sangre rojiblanca a borbotones. Cuando comenzó el choque fue el mejor del Chelsea, a pesar de tener que jugar como un oasis en un desierto de antifútbol. Tras el partido se fue al centro del campo esperando la ovación de ‘su’ afición. Y no le defraudó. Parecía que quería que se detuviera el timpo para saborear la cerrada ovación .merecida- que le brindó el Calderón.

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GP China: Fernando Alonso y los molinos de viento… plateados

Este muerto (Ferrari) está muy vivo. Fernando Alonso demostró en el GP de China, como ha hecho otras muchas veces en su dilatada y exitosa carrera, que el piloto está por encima de la máquina y que no hay que darle por muerto en esta batalla del Mundial de Fórmula Uno. El español, que pilotaba por primera vez ante la mirada de su nuevo jefe Marco Matiacci, fue el primero de los mortales. Lo digo porque visto lo visto este año con los Mercedes, estar justo detrás de los dos coches alemanes es, como mínimo, para estar orgulloso. La carrera de Alonso en China está ya en su colección de Grandes Premios magistrales sin triunfo, en los que aprovecha al máximo lo que tiene, lucha cada metro…

Lewis Hamilton logró su tercera victoria consecutiva y Nico Rosberg -que sigue líder del Mundial desde la primera carrera- completó un nuevo doblete de la escudería germana que parece no tener rival en el Mundial. Fernando Alonso recuerda a aquel Don Quijote de la Mancha que luchaba contra molinos de viento. Una lucha contra gigantes a la que, desgraciadamente parece haberse acostumbrado en los años pasados. Las tres últimas temporadas el gigante era rojo y morado y lo conducía Sebastian Vettel. Ahora el relevo parece haberlo tomado dos flechas plateadas. Los Mercedes están lejos, muy lejos, pero Fernando Alonso ha conseguido que su Ferrari vuelve a latir, a tener vida y a dar ‘alas’ a la afición ferrarista. Y lo más importante, Alonso ha vuelto a disfrutar. Puede sonar a concepto perdedor, pero visto lo visto en estas últimas carreras parece bastante.

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Alonso fue el mejor ‘de los demás’ gracias a una espectacular salida, a una buena estrategia de Ferrari –pudo adelantar a Sebastian Vettel en el primer cambio de neumáticos- y a la soberbia del piloto alemán, que tardó más giros de lo necesario en asumir que tenía que dejar pasar a su compañero de equipo Ricciardo -más rápido que él en pista-. La famosa orden ‘Multi 21’ –en la que se debe dejar pasar a tu compañero de equipo- le hizo perder unos segundos preciosos a Ricciardo que le hubieran permitido entrar en el cuerpo a cuerpo con el español y quién sabe si ‘robarle’ el podio. Pero Vettel no está acostumbrado a ser él quien escuche las dos palabras mágicas e impidió un mejor resultado de su compañero.

«Tenemos que hacer carreras perfectas cada domingo, es para lo que estamos», admitía el piloto español tras su primera visita del año al podio. Alonso sabe que el Ferrari, a día de hoy, es lo da para más, sobre todo si echas un vistazo a su compañero de equipo, Kimi Raikkonen, que terminó la carrera octavo y a un minuto de distancia del español. Un mundo en esto de la Fórmula Uno. El avance de Ferrari es visible, pero queda mucho trabajo por delante. La llegada de Europa al calendario del ‘circo’ hace que las cosas se vean de forma más optimista. Llegan circuitos en los que las manos del piloto son más importantes -o al menos tan importantes- como el monoplaza. Y ahí Alonso sabe que cuenta con ventaja.

Pero que se vea una luz en el camino no puede impedir olvidarse que delante de sus narices tiene dos molinos de viento plateados que amenazan con echar el cierre al campeonato antes de que el la temporada llegue al ecuador. Una historia que ya conoce muy bien Fernando Alonso.

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