El que la sigue la consigue. Diego Pablo Simeone tenía entre ceja y ceja un nombre para reforzar a su equipo y, por fin, lo ha conseguido. Un año y medio después de que Diego Ribas retornara al Wolfsburgo tras su exitosa cesión en el Atlético, el brasileño vuelve al Vicente Calderón. El hijo pródigo regresa a casa.
Simeone continúa con su ‘leiv motive’ del ‘partido a partido’, pero la realidad es que el Atlético está colíder junto al Barcelona en Liga, en semifinales de la Copa del Rey y en octavos de la Champions… pero estamos en febrero. El Cholo sabe que los títulos no se ganan en invierno, sino bien entrada la primavera y por eso quería refuerzos. Y cuando se hablaba de refuerzos, Simeone tenía un nombre grabado a fuego: Diego Ribas. Dos palabras que repetía a los dirigentes del Atlético con la misma saciedad que el famoso ‘partido a partido’ a su plantilla, a la prensa y a la afición.
Y es que el Cholo es un hombre de ideas claras. Para él lo más importante es el grupo, pero la llegada de Diego Ribas aumentará la competencia y hará mejor al grupo. Sabe que si eso ocurre entonces podrán luchar por títulos y cuando firmó su renovación por cuatro temporadas dejó claro a Enrique Cerezo y Miguel Ángel Gil Marín que si se quedaba era para hacer un equipo ganador. Para eso se necesita invertir y dejar de ser un club vendedor y un lugar de paso para las estrellas. Con el fichaje de Diego gana el Atlético, Simeone se sale con la suya y refuerza su posición respecto a los dirigentes y, más si cabe, respecto a la afición.
Con la vuelta de Diego Ribas se pone punto y final a una historia de amor y odio entre el brasileño y el Atlético, que comenzó el mismo día que Diego encandiló a la afición y a Simeone con el balón en los pies. Pero entonces llegó la denuncia del brasileño al Atlético porque le 59.000 euros de prima por la Europa League. Aquella defensa de lo suyo le convirtió en un proscrito para parte de la afición y los dirigentes, que le tildaron de pesetero. Diego quiso salir al paso diciendo que: ‘Cuando sea el momento, contaré la verdad’, pero la realidad es que nunca la contó y el tiempo dejó curar una herida que siempre ha estado abierta para Simeone, como dejó claro este verano cuando dijo: “Quiero a Diego, es diferente. Diego es el único jugador que he pedido”.
La petición era clara y concisa, pero el mercado de verano se cerró sin que Simeone viera cumplida su petición. Aun así, el Cholo seguía con la idea grabada a fuego: Diego Ribas. En público -las menos veces- y en privado -siempre que podía- recordaba a los dirigentes que su única prioridad jugaba en el Wolfsburgo. Y entonces todos los astros se juntaron para que el fichaje pudiera hacerse en el último día del mercado de invierno. Simeone convenció a Cerezo y Gil Marín de que era el momento de dar un paso adelante. Diego terminaba contrato con el club alemán en junio, su llegada ahora no sería cara -el equipo ha ganado un buen puñado de euros gracias a las victorias del equipo en Champions- y significaría lograr la pieza que le falta para dar ese pasito adelante que todo el mundo espera.
El brasileño, por su parte, ha tenido que rebajarse la ficha -en un claro gesto decisivo para conseguir el ‘perdón’ de los que le tachaban de pesetero- para vestir de nuevo de rojiblanco. Sabe que cuenta con el cariño de la grada y la confianza de su entrenador para darle galones y hacerle importante en este Atlético que quiere aspirar a todo. El hijo prodigo ha vuelto.
PD: Me da pena la marcha de Óliver Torres, cedido al Villarreal. Es uno de esos jugadores diferentes que salen una vez cada 10 años. Tiene toque, desparpajo, llegada, magia, ve el pase tres segundos antes que nadie y posee una conducción de balón con denominación de origen. Demasiadas virtudes como para desaprovecharlas en el banquillo. Simeone tiene en Óliver un futbolista descomunal, pero es mejor que encuentre fuera los minutos que no tiene ni tendrá en el Atlético.
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